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Inkonde shaba maama Los plátanos de mi abuela

Texto Ursula Nafula

Ilustraciones Catherine Groenewald

Translated by Sandra Mulesu

Lengua bemba

Nivel Nivel 4

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Ibala lyaba maama lyali ilisuma sana, mwali amasaka, amale, na tute. Nomba ifisuma palifyonse ni nkonde. Nangula bamaama bakwete abeshikulu abengi, Nalishibe ukuti nine batemwishishe. Balenjita lyonse kung’anda kumwabo. Balenshimikilako notwankama tumotumo. Nomba kwali inkama imo iyo bashanjebeleko. Uku balefumbika inkonde.

El huerto de mi abuela era maravilloso y tenía mucho sorgo, mijo y yuca. Pero lo mejor de todo eran los plátanos. Aunque mi abuela tenía muchos nietos, yo, en secreto, sabía que era su favorita. Me invitaba a su casa muy a menudo. También me contaba muchos secretos. Pero había un secreto que nunca me contó: el lugar donde ella hacía madurar los plátanos.


Bushiku bumo namwene bamaama nababika icimuseke pakasuba panse yang’anda. Ilyo nabepwishe batile “museke wankama”. Mupepi nomuseke pali amabula yankonde ayenji aya bamaama balepilibula inshita nenshita. Nalefyaisha ukwishiba, eyo nabepwishe, “mabula yafinshi aya maama?” Banjaswikefye abati “Mabula ya nkama yandi”

Un día vi un gran canasto de paja que estaba al sol, afuera de la casa de mi abuela. Cuando le pregunté para qué era, sólo me respondió: “Es mi canasto mágico”. Al lado del canasto, habían varias hojas de plátano que mi abuela volteaba de vez en cuando. Yo sentí curiosidad. “¿Para qué son las hojas, abuela?” le pregunté. Ella sólo me respondió: “Son mis hojas mágicas”.


Calinshansamusha ukutaamba, bamaama, inkonde, amabula yankonse, nomuseke uukulu. Nomba bamaama epakuntuma ukuya bombako utumilimo tumbi. Elyo nabebe nati, “Maama napapata lekeni imboneko efyo mucita…” Bamaama epakuti, “uluufwa, cita ifyo nakweba endesha” Efyo naile ulubilo.

Me pareció muy interesante observar a mi abuela, los plátanos, las hojas de plátano y al gran canasto de paja. Pero mi abuela me ordenó que fuera donde mi madre a hacer un mandado. “Abuela, por favor, déjame mirar cómo preparas…” “No seas testaruda, niña, haz lo que te digo,” insistió. Me fui corriendo.


Nishi nabwelele, nasangile bamaama nabekala panse, nomba tapali inkonde angula umuseke. “Maama umuseke ukikwisa, nenkonde shilikwi?” Bamaama epakuti “Fili kuncende yandi iya nkama”. Naliufwa ububi sana.

Cuando regresé, mi abuela estaba sentada afuera pero no tenía el canasto ni los plátanos. “Abuela, ¿dónde está el canasto, dónde están todos los plátanos, y dónde…?” pero solamente me respondió, “Están en mi lugar mágico.” ¡Fue muy decepcionante!


Panuma yanshiku shibili, bamaama bantumine mukusenda inkoto yabo kumuputule. Cilya naisulafye icibi, akacena kankonde ishapya kampokelela. Kukati ekwali umuseke wankama. Ninshi nabafisa bwino bwino mubulangeti bwakale. Nafimbulapo nanunshako akacena akasuma.

Dos días más tarde, mi abuela me envió a su habitación a buscar su bastón. Apenas abrí la puerta, sentí el fuerte aroma de los plátanos madurando. Dentro de la habitación estaba el gran canasto mágico de paja de mi abuela. Estaba bien escondido bajo una vieja manta. La levanté y olí ese glorioso aroma.


Ishiwi lyaba maama epakuntinya lintu banjutile. “Finshi ulecita? Endesha ndetela inkoto”. Efyo naendeshe ukutwala inkoto, bamaama epakunjipusha ati, “Finshi uleseka”. Cilya banjipusha elyo naibukisha ukuti ncili nesekelela pakusanga incende yankama yaba maama.

Me asusté cuando escuché que mi abuela me llamaba, “¿Qué estás haciendo? Apúrate y tráeme mi bastón.” Me apresuré en llevarle su bastón. “¿Por qué sonríes?” me preguntó mi abuela. Su pregunta me hizo darme cuenta de que yo todavía estaba sonriendo por haber descubierto su lugar mágico.


Ubushiku bwakonkelepo, elyo bamaama baishile mukupempula bamayo, nabutukile kumwabo mukumona inkonde nakabili. Nasanga umusemo wankonde ishapya. Nasendako lumo nafisa mwilaya. Nasha nafimbapo bwino bwino nakabili. Nabutukila kulukungu lwang’anda nokulya ulukonde bwangu bwangu. Iyi nkonde yali iyalowesha ukucila palishonse inkonde nalyapo.

Al día siguiente, mi abuela vino a visitar a mi madre. En ese momento, corrí a su casa a revisar los plátanos otra vez. Había un montón de plátanos muy maduros. Cogí uno y lo escondí en mi vestido. Después de volver a cubrir el canasto, fui detrás de la casa y me lo comí rápidamente. Era el plátano más dulce que me había comido en toda mi vida.


Ubushiku bwakonkelepo, elyo bamaama baile mwibala mukuswa umusalu, Naliya lushenshe muku lengela pa nkonde. Ninshi shonse shili mukupya. Efyo nasendelemo shicne. Cilya ndebendelela kucibi, naunfwa bamaama balekola panse. Efyo nafishile inkonde mwilaya nokuya bapita epobali.

Al día siguiente, cuando mi abuela estaba en su huerta recolectando vegetales, entré a su casa hurtadillas y revisé los plátanos. Casi todos estaban maduros. No pude evitar coger cuatro. Mientras caminaba de puntitas hacia la salida, escuché a mi abuela toser afuera. Logré esconder los plátanos bajo mi vestido y pasé caminando al lado de ella.


Ubushiku bwakonkelepo, bwali bushiku bwakushitisha ku maliketi. Bamaama babukile lucelocelo. Baletwala inkonde ishapya na tute lyonse mukushitisha kumaliket. Nshacelele mukubamona, nomba nalibafuluka.

El día siguiente era día de mercado. Mi abuela se despertó temprano. Ella siempre tomaba los plátanos maduros y la yuca para venderlos en el mercado. Ese día no me apresuré en ir a visitarla. Pero no pude evitarla por mucho tiempo.


Mucungulo, bamayo, batata na bamaama efyo banjitile. Naishiba nelyashi. Ubushiku bulya lintu naile mukusendama, nasambilile ukuti nshakabwekeshepo ukwibbila bamaama, abafyashi bandi nangu umuntu umbi nakabili.

Más tarde esa noche, me llamaron mi madre, padre y abuela. Yo sabía por qué. Me fui a dormir habiendo aprendido que no podía volver a robar nunca más, ni a mi abuela, ni a mis padres, ni a nadie más.


Texto: Ursula Nafula
Ilustraciones: Catherine Groenewald
Translated by: Sandra Mulesu
Lengua: bemba
Nivel: Nivel 4
Fuente: Grandma's bananas del African Storybook
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