Fueron a la cancha de fútbol y comenzaron a jugar. El Pollo era rápido, pero Milpiés era mucho más rápido. El Pollo pateaba lejos el balón, pero Milpiés lo pateaba aún más lejos. Así que el Pollo se empezó a enojar.
El Pollo estaba tan enfadado que con su pico abierto se tragó a Milpiés.
Omu apwile Kasumbi nakuya kwimbo, aliwanyine nanaye ya Chingolongochi. Naye ya Chingolongochi ahulishile, “Unamonoko mwanami?” Kasumbi kahanjikileho numba chimweko. Naye ya Chingolongochi alizakaminyine.
Camino a casa, el Pollo se encontró con la Mamá Milpiés. Y ella le preguntó, “¿Has visto a mi hijo?” El Pollo no le respondió nada y Mamá Milpiés se empezó a preocupar.
Kaha naye ya Chingolongochi evwile kalizu kakandende, “Ngukafwe mama!” Naye ya Chingolongochi atalile oku noku nakwivwilila kanawa. Lizu lyafuminyine mukachi ka Kasumbi.
Luego, Mamá Milpiés escuchó una pequeña vocecita. “¡Ayúdame, mamá!” gritaba la vocecita. Mamá Milpiés miró para todos lados tratando de escuchar atentamente. La vocecita venía del interior del Pollo.
Naye ya Chingolongochi atambakanyine, “Zachisa ngolo jove ove mwanami!” Chingolongochi nahase kufumisa livumba lyalipi nachipepa chachipi. Kasumbi aputukile kuviza.
Mamá Milpiés gritó, “¡Usa tus poderes especiales, hijo mío!” Los Milpiés pueden producir un olor muy desagradable con un sabor terrible. El Pollo comenzó a sentirse enfermo.
El Pollo tosió y tosió hasta que Milpiés logró salir de su estómago. Mamá Milpiés y su hijo treparon un árbol muy rápidamente para esconderse del Pollo.