Descargar PDF
Regresar a lista de cuentos

Liyuva olyo na tundire mumundi ni yende kushitata El día que dejé mi casa para irme a la ciudad

Texto Lesley Koyi, Ursula Nafula

Ilustraciones Brian Wambi

Translated by Peter Linyando Likoro

Lengua gciriku

Nivel Nivel 3

Contar el cuento completo El audio no está disponible actualmente.


Besa yayididi ayi yimana pamukunda wetu kwalire naviviyauka navantu ntani na besa odo dapitakanitiro kurondeka. Palivhu pakalire vininke vyavingi vyakuvhura kurondeka.

La pequeña parada de autobuses de mi aldea estaba llena de gente y de autobuses sobrecargados. En el suelo había aun más cosas por cargar. Los pregoneros anunciaban los lugares a los que iban sus autobuses.


“Shitata! Shita! Kuyenda kuutokero!” Ani yuvu mughuliti wa vikarata vya besa ana kuyiyiro. Oyinya kwalire besa na shinine kuronda.

“¡A la ciudad! ¡A la ciudad! ¡Autobús hacia el oeste!” escuché que gritaba un pregonero. Ése era el autobús que yo necesitaba tomar.


Besa yamushitata kwashanine kuyura, ene ngoli vantu vanivingi shimpe vakutininikire varonde. Vamwe kwaarondikire vyuma vyavo munde yabesa. Vamwe ava tura muntere.

Aunque el autobús con destino a la ciudad estaba casi lleno, había más gente empujando para subirse. Algunos ponían su equipaje en la parte de abajo. Otros lo ponían en las repisas de adentro.


Varondi vamwe kwa katilire vikarata vyavo vashana-shane kwakushungira mubesa yampato. Vakamali vakaliro navanuke vanadidi vashungilire nawa mundjira nayintje yinya yayire.

Los pasajeros recién llegados se subían al autobús con sus boletos en mano buscando un asiento. Las mujeres con hijos pequeños los confortaban para el largo viaje.


Ani kuvamba kulikende. Muntu ogho a shungiliro pepi name kwakwatilire shipulasitika shashinamahako. Kwadwatire vicapa vyakukurupa, ndjasha yakudjogho, ntani a monikire yira tukuka.

Me apretujé al lado de una ventana. La persona a mi lado sujetaba con fuerza una bolsa de plástico verde. Llevaba sandalias viejas, un abrigo harapiento, y se veía nervioso.


Ani kenge pandje yabesa ani dimburura ashi kuma kushuva mukunda wande, livango olyo na kulira. Niyende kushitata shashinene.

Miré por la ventana del autobús y me di cuenta de que estaba dejando atrás mi aldea, el lugar donde había crecido. Ahora me iba a la gran ciudad.


Liperamo ali djiri mo and varondi vanantje ava shungiri. Vaghuliti shimpe vakutininkire kughulita vininke vyavo kuvarwana ovo va peramino mubesa. Kehe uno kwayiyilire namutwentaura ovyo a ghulitire. Nkango kwakalire dakushepita kwande.

Terminaron de cargar el autobús y todos los pasajeros se sentaron. Los vendedores ambulantes se apretujaron para entrar a venderle sus productos a los pasajeros. Gritaban los nombres de lo que tenían para vender. Las palabras me parecían graciosas.


Varondi vavasheshu ava ghuru vinwa, vanwe ava ghuru ndya ava vareke kutafuna. Ovo vapiliro maliva, yira ame, kwanungurukire tupu.

Algunos pasajeros compraron bebidas, otros compraron pequeños refrigerios y empezaron a comer. Los que no tenían dinero, como yo, solamente nos quedamos mirando.


Viviyauka vino kwavigonganitirepo opo yapembitire besa, shineghedo ashi kuna kushapuka. Mughuliti watiketi a harukiri vaghuliti vakuporeko.

Todo este ajetreo fue interrumpido por el claxon del autobús, señal de que estábamos listos para partir. El pregonero gritó a los vendedores ambulantes para que se bajaran.


Vaghuliti ava kutindayiki vakutude kubesa. Vamwe ava tapa tjindji kuvarundandjira. Vamwe ava kambadara kughulira rwakuhulilira va ghulite vininke vyavingi.

Los vendedores ambulantes se empujaban para salir del autobús. Algunos le entregaron su cambio a los pasajeros. Otros intentaron vender productos por última vez.


Opo yina kushapuka besa yitunde palivango yimanaga, ani kenge palikende. Ani kupura ashi ntjenshi ngani kavyuka nka kumukunda wande.

Mientras el autobús partía desde la estación, miré por la ventana. Me preguntaba si alguna vez volvería a mi aldea.


Momo rwa twikilire ruyendo, mubesa amu vareka kupyapyara. Ani ferere nalihuguvaro ashi kuni porokera.

A medida que pasaba el tiempo, el autobús se puso muy caluroso. Cerré los ojos con la esperanza de quedarme dormido.


Ene ngoli maghano ghande agha vyuka ghayare kumundi. Vanane ngava kara muliporepo ndi? Vandimba vande ngava yita maliva ndi? Muunyande wamumati nga vuruka kutekera tutondo twande?

Pero volví a pensar en mi casa. ¿Estará a salvo mi madre? ¿Traerán dinero mis conejos? ¿Se acordará mi hermano de regar los árboles que planté?


Mundjira mo, ani vhuruka kukwata lidina lyalivango lyalinene lyamushitata oko a tungire nkwirikwande.

Mientras viajaba, recitaba el nombre del lugar donde vivía mi tío en la gran ciudad. Seguí murmurando ese nombre mientras dormía.


Muru rwaviri ntane, ani rambuka na muyoyo waunene wakungongora nakuyiyira varondi ashi kuna kuyenda kumukunda wetu. Ani nyangura ndjato yande nakuvatuka mubesa.

Nueve horas más tarde, desperté escuchando fuertes golpeteos y gritos llamando a los pasajeros que viajaban de vuelta a mi aldea. Tomé mi pequeño morral y me bajé del autobús.


Besa yakuvyuka kwayinwitire wangu-wangu. Shirugho shashifupi tupu ayi pwawiri yitambe upumeyuva. Shininke shamulyo po unene ne, kwa kalire sha kukeverera mundi wankwirikwande.

El autobús de vuelta a mi aldea se llenó rápidamente. Pronto empezaría su viaje de vuelta al este. Por ahora, lo más importante para mí era empezar a buscar la casa de mi tío.


Texto: Lesley Koyi, Ursula Nafula
Ilustraciones: Brian Wambi
Translated by: Peter Linyando Likoro
Lengua: gciriku
Nivel: Nivel 3
Fuente: The day I left home for the city del African Storybook
Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
Opciones
Regresar a lista de cuentos Descargar PDF